Mi nombre es Marcela Herrera y mi pasión por la depilación comenzó cuando era niña, acompañando a mi abuela, Juana Rosario Vargas Araya, en su local en el centro comercial Eve. Ella fue una referente en el cuidado personal durante más de 20 años, y sus tardes de trabajo se llenaban de risas, confianza y el inconfundible aroma de la cera caliente. Para mi abuela, depilar no era solo un servicio, sino un acto de cuidado y de generar un espacio donde cada mujer se sintiera cómoda y valorada.
Tras su partida, sentí el deseo profundo de honrar su legado. Decidí convertir mi pasión en una profesión y formarme como esteticista integral. Pero mi verdadero desafío llegó cuando me mudé a la Patagonia, donde la belleza natural es asombrosa, pero los servicios de cuidado personal son escasos. Las mujeres aquí tienen que viajar hasta cuatro horas para acceder a un salón de belleza, y me di cuenta de que muchas se ven obligadas a sacrificar su bienestar por la falta de opciones cercanas.
Fue entonces cuando tomé la decisión de ofrecer un espacio propio, accesible y cercano, para que las mujeres de esta región pudieran disfrutar de un servicio de calidad sin tener que desplazarse grandes distancias. Mi objetivo no es solo brindar depilación; es crear un lugar donde cada persona se sienta especial y cuidada, tal como mi abuela lo hacía.
Hoy, con el espíritu de mi abuela y el compromiso con mi comunidad, he creado Depila.Cera. Un espacio donde la belleza y el bienestar se encuentran, y donde cada cliente recibe el mismo trato cálido y profesional que mi abuela brindaba. Porque, al final, el cuidado de uno mismo es un acto de amor propio.